Reservamos en este hotel pues queríamos visitar la zona, era un precio conveniente, parecía bien situado …
Cuando llegamos era un hotel tradicional, tradicional en el sentido estricto de la palabra… es una casona que tendrá al menos un siglo, e paredes de medio metro de espesor, los pasillos anchos hasta lo inimaginable y para evitar los ruidos cada habitación dispone de una doble puerta , nunca había visto algo así.
Cuando en tras a las habitaciones estas son enormes, esta la doble cama, una mesa para la tele, un armario, un escritorio, una mesita de café, “una chaisse longue” que hace las veces de sofá y aun sobra espacio para bailar un vals, impresionante. Todo es antiguo pero muy bien conservado, las camas de 2,20 mm de largo, fantástico. Creo que una buena idea la da la foto con los tres ventanales inmensos que había en cada habitación. En la habitación de las peques el baño estaba renovado, el nuestro era antiguo, pero bueno tampoco por eso se pueden poner muchas pegas…
Por la mañana un buen desayuno, en un salón muy agradable, con unas vistas estupendas y allí todo es es “clase” o al menos muy cuidado en los detalles: cubertería, vajilla, lencería, todo estupendo.
Como localización un poco alejado del centro pero esta muy cerca de un beergarden que es estupendo, así que, magnifico.
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