Es esta una de las sentencias más conocidas de la Universidad de Salamanca, estableciendo un silogismo entre la Universidad y la ciudad que la alberga. Es posible que este silogismo no sea errado pues quizás sea Salamanca al completo una universidad, una universidad de la vida y de la historia. Esa vida y esa historia que ha ido forjando la seriedad y la rectitud del castellano, mientras se les encorvaba la espalda de pelear contra la naturaleza en una tierra casi baldía. Ese castellano que ha sabido hacerse eterno a través de las piedras de su ciudad, que amanece y se despide bañándose en el oro de sus reflejos. Pero no es Salamanca una ciudad triste y aburrida sí no todo lo contrario, una ciudad en que tras cada esquina se oye la risa de los estudiantes, que muestra la alegría de una juventud que se les antoja tan eterna como las piedras que les rodean. Una Salamanca que es también universidad de la tapa y del bar, del vino y la amistad, una universidad de aromas y del trabajo bien hecho que muestran a través de sus chacinas. Salamanca ha sido un placer volver a pasear por tus calles y con este tiempo magnífico aún un poco más.
Momo. Situado en la calle de San Pablo ofrece una barra y unas pocas mesas donde tomar un vino (hay unos 8 vinos distintos que se pueden tomar por copas) o sentado en una de las pocas mesas del local. Ambiente cálido con decoración en madera. Las tapas a pesar de haber gozado de no se premio no nos parecieron tan espectaculares. Si has leído Momo de M. Ende el lugar jugara un poco con tu subconsciente y creo que te agradara tomarte una cervecita o un vino allí.
Bambú. Situada a escasos paso de la Plaza Mayor se encuentra en un sótano, una barra muy amplia, bastantes mesas autoservicio para tapear y un comedor bien montado y con poco éxito a mi entender. No es un sitio de vinos aunque se defiende, vino de la casa, Ribera, Rioja etc pero las tapas si que son algo especial, no solo por la cantidad si no que también por su calidad, siendo productos básicos hechos en la parrilla. Así por ejemplo, creo que el pincho moruno creo que ha sido el mejor pincho de cerdo que he tomado en mi vida. Todo ello con unos precios muy moderados.
Llegamos a Ávila provenientes de Salamanca por lo que lo primero que vimos fue su magnifica muralla desde el mirador que esta cerca del parador. Sus murallas rodeadas de verde bajo un cielo azul magnífico, resulta una vista de la ciudad espectacular.
No llevábamos mucho apetito y además había que conducir hasta Madrid así que decidimos tomarnos un refrigerio en un sitio que nos pareció bien llamado ”el buen yantar” en la plaza del ayuntamiento. Pedimos para compartir unas patatas machaconas por aquello de la nostalgia, un chuletón de Ávila y dos copas de vino de Ribera. Las patatas estaban buenas pero tenían un exceso de pimentón y los torreznos ya un poco chiclosos… el chuletón, era carne de sabor bueno pero desde luego no era chuletón, Ana mantuvo que era de aguja y es posible que sea cierto. Como se puede deducir no salimos como si nos hubieran estafado pero desde luego no lo recomendaría y la próxima vez probaré otro sitio.
Como “recuerdo” nos compramos unos chuletones, esta vez de verdad, en una carnicería cercana a la Plaza de Santa Teresa que nos comimos al día siguiente con mi hermana. Sencillamente excepcionales. Puede parecer un “souvenir” extraño comprarse un chuletón pero os aseguro que nos vamos a acordar de él durante mucho tiempo .
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