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Vinieron dos de nuestros “emigrantes belgas” (Antonio y Oscar) y esa es una excusa fantástica para tomarnos unas cervezas, comer y luego unas copas con un poco de charla variada. Propuse este restaurante y todos aceptaron de buen grado.
La carta es muy sencilla, aperitivos prefijados de entrada y luego se elije el arroz con el limite de dos arroces por mesa.
El sitio esta muy bien, es una casona de decoración rustica, con profusión de madera con mesas bastante separadas lo que evita la sensación de agobio. Lencería, vajilla y cristalería correctas.
Entradas
- Ensaladilla rusa.
- Huevos rotos con patatas a lo pobre.
- Plato de embutido.
- Ensalada murciana.
- Pimiento picado hecho al sarmiento.
- Pan casero tostado con aceite y ajo.
Todo esta bueno, no es alta cocina pero esta bueno, lo mejor para mi el pimiento.
Principal
- Conejo y serranas. Muy rico, francamente le mejor del sitio desde mi punto de vista.
- Negro con sepia. Nada especial, además nos llego casi frio con lo que no valió mucho.
Postres
- Flan de huevo casero.
- Fruta del tiempo
Bebidas
- Tomamos un Emilio Moro roble, me gustó bastante.
Lo mejor:
- El arroz de conejo y serranas. Los arroces son “muy finos” poca profundidad de arroz y con sarmiento, eso les da un toque especial.
- El menú es variado y rico y aun precio razonable.
- El lugar es muy agradable.
Lo peor:
- En teoría se puede repetir de todo, en la practica casi no es posible pues no puedes pedir más hasta que has acabado el primer arroz y luego claro otros 20 minutos de espera….
- Carta de vinos muy corta pero el precio razonable asimismo.
La nota fue de 29€ por persona sin incluir las bebidas.
Calidad: 7; Relación calidad/precio: 7.
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